La muerte del Profeta salla l-Lahu ^alayhi wa sallam
Que las alabanzas sean para Allah y que Allah eleve el rango de nuestro Profeta Muhammad y preserve a su comunidad de lo que el Profeta temía por ella. Siervos de Allah os recomiendo tal como a mí mismo el temor de Allah El-^Aliyy, El-^Adhim.
Hermanos en el Islam, es fundamental que hablemos sobre la muerte del maestro de esta comunidad, aquel que fue su guía, el que Allah envió como misericordia para la humanidad. Recordar su fallecimiento nos hace conscientes de que esta vida no es más que una residencia de paso, mientras que la verdadera vida está en el más allá, sin final. La muerte de nuestro Profeta nos recuerda una realidad que no se puede negar: la muerte es un decreto que Allah ha establecido para todos Sus siervos. Y si el más noble, el más eminente y el mejor de toda la creación ha muerto, entonces, sin duda, todos nosotros también enfrentaremos la muerte.
¿Cómo ocurrió este suceso inevitable y doloroso para los musulmanes?
Los primeros signos de la enfermedad que llevó al fallecimiento del Mensajero de Allah, salla l-Lahu ^alayhi wa sallam, comenzaron con un fuerte dolor de cabeza, mientras se encontraba en la casa de su esposa ^A’ishah —radiya l-Lahu ^anha—. Ella relató: “El Mensajero de Allah vino a casa el día en que comenzó la enfermedad que le causó la muerte. Entonces, yo exclamé: ‘¡Ay, mi cabeza!’, y él —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— respondió: ‘Más bien, yo debería decir ¡ay, mi cabeza!’”.
La enfermedad del Mensajero de Allah —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— se volvió cada vez más difícil de soportar mientras se encontraba en la casa de su esposa Maymunah —radiya l-Lahu ^anha—.
Nuestro Profeta pidió permiso a sus mujeres para quedarse en la casa de ^A’ishah —radiya l-Lahu ^anha— durante su enfermedad, y ellas se lo concedieron.
Su enfermedad duró aproximadamente doce días, aunque algunos relatos mencionan catorce.
Se relata que ^A’ishah dijo lo que significa: “El Mensajero de Allah —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— sufrió intensamente durante su enfermedad.
Se relata que nuestro Profeta, en sus últimos momentos de vida preguntó lo que significa: ‘¿Ha rezado la gente?’ —refiriéndose a la oración en congregación en la mezquita—. ^Aicha contestó: ‘No, ¡te están esperando, oh Mensajero de Allah!’. Entonces él dijo: ‘Poned agua en el recipiente’.
Entonces ^A’ishah hizo lo que pidió. Nuestro Profeta se lavó y trató de levantarse, pero se desmayó. Al recuperar la razón, volvió a preguntar: ‘¿Ha rezado la gente?’ A lo que le respondió: ‘No, ¡te están esperando, oh Mensajero de Allah!’*
Se relata que ^A’ishah dijo lo que significa: “La gente siempre esperaba en la mezquita al Mensajero de Allah —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— para realizar la oración de ^Isha’ ”
El Mensajero de Allah —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— ordenó que se llamara a Abu Bakr para que dirigiera la oración a la gente. Abu Bakr, dijo entonces: "Oh ^Umar, dirige tú a la gente en el rezo." Pero ^Umar respondió: "Tú tienes prioridad para hacerlo."Así fue como Abu Bakr comenzó a dirigir los rezos durante esos días.
El Mensajero de Allah —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— se sintió algo aliviado en su enfermedad y salió con dos hombres, uno de ellos era Al-^Abbas. Al llegar la hora del rezo del Duhr, fue a la mezquita. Cuando Abu Bakr lo vio llegar, quiso retroceder para cederle el lugar de imam. Sin embargo, el Mensajero de Allah le hizo una señal para que no se moviera. Luego ordenó a los dos hombres que lo acompañaban que lo hicieran sentarse junto a Abu Bakr.
Abu Bakr dirigió el rezo de pie, y el Mensajero de Allah —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— rezó sentado a su lado.
Cuando los dolores comenzaron a aumentar intensamente por su enfermedad, el dolor era tan severo que le hacía perder el conocimiento. Su hija Fátimah decía con profunda angustia: “¡Oh padre mío, cuánto me duele verte así!” Y él le respondió con lo que significa: “A partir de hoy, no habrá más sufrimiento para tu padre.”
Llegó entonces el momento de la separación… la despedida del más amado, del elegido por Allah, de su familia y de sus nobles compañeros. Imaginad, queridos hermanos en la fe, el estado en el que quedaron sus seres queridos y los compañeros al enfrentarse a esta tragedia. Comenzaron a repetir: “Ha muerto el Mensajero de Allah… ha muerto el Mensajero de Allah…”
Lo amortajaron en tres telas blancas y lo colocaron sobre su cama. Luego, los musulmanes comenzaron a entrar en grupos para realizar el rezo fúnebre por él, sin un imam que los dirigiera, cada grupo por separado.
En cuanto al lugar de su entierro, los compañeros estaban indecisos, no sabían donde enterrar a nuestro profeta, hasta que Abu Bakr dijo lo que había escuchado del propio Mensajero de Allah —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam—: “Ningún profeta es enterrado sino en el lugar donde falleció.”
Entonces retiraron su cama y cavaron la tumba justo debajo. Descendieron al interior de la misma el tío del Profeta, Al-^Abbas; su primo ^Aliyy; Al-Fadl; Qutham y Chuqran.
Colocaron su noble cuerpo en una cavidad lateral dentro de la tumba, luego la sellaron con ladrillos de barro y tierra, y finalmente nivelaron la tumba sobre la que vertieron agua.
Lo que consuela nuestros corazones es saber que su tumba —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— es un lugar que los creyentes visitan con amor y anhelo, con la esperanza de obtener su intercesión el Día del Juicio. Él —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam— dijo en un hadiz que significa: “Quien visita mi tumba, merecerá mi intercesión.”
Hermano creyente, trabaja por tu más allá y esfuérzate por alcanzar el paraíso junto al Profeta Muhammad —salla l-Lahu ^alayhi wa sallam—. Multiplica las invocaciones por él, porque cada súplica a su favor será para ti una luz y una bendición.
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